miércoles, 31 de marzo de 2010

Conferencias

Apareció de nuevo, prácticamente abriendo por si mismo la puerta de mi casa, como venía haciéndolo desde el día que nos conocimos. No comprendí entonces por qué toleré esa intrusión, y tampoco lo comprendo ahora. Supongo que aquellos frenéticos discursos conspiranoides me dejaron patidifuso, y me sentí incapaz de pensar en otra cosa.

Después de cinco años, vuelve a hacerlo, con una frecuencia de dos veces por semana, más o menos. Alfred entró por su propio pie antes de que pudiera abrirle siquiera. Por supuesto, había dado constancia de su presencia aporreando mi timbre con crueldad. Ya mismo tendría que cambiarlo.

Me sorprendío más de lo habitual, ya que vestía sus mejores galas. Caminaba encorbado y mesándose la pequeña perilla, cavilando aquellos pensamientos que no me dejarían dormir. Me contó las grandes hazañas de una importante conferencia que estaba a punto de revolucionar nuestro país. Aquellos aires de grandeza, pues se hacía partícipe de ese nuevo orden, no le hacían justicia, pero ya me había acostumbrado.

Me senté con toda la tranquilidad del mundo, a terminar lo que me quedaba de cena, mientras escuchaba su perorata. A veces dejaba de escuchar, otras veces reía.

Pero ni siquiera me percaté en el momento del disparo. Rompió el cristal de la ventana y atravesó el pecho de Alfred. Me escondí bajo la mesa al escuchar muchos otros disparos que chocaban contra las paredes y otros enseres de mi hogar. Tumbado y cubierto, pude mirar entonces la mirada vacía de mi viejo amigo. Parecía que no todos los habitantes de nuestro país estaban dispuestos a contemplar aquel gran cambio. Y no quise creerle.

lunes, 29 de marzo de 2010

Calma

Un fuerte temblor que sacude el corazón, dejándome indecisa y completamente inerte. Palabras que no terminan de cobrar sentido en la distancia, sentimientos que no terminan de asentarse por completo en el corazón. Dudas, temor, ¿final?

Palabras incompletas sin una mirada, sentimientos asentados por una caricia. No puedo permanecer horas esperando una respuesta clara, a que las dudas sean disueltas y que tus mirada que diga "Sí, quiero continuar"

Un abrazo es suficiente para calmar la tormenta, porque aquel abismo era demasiado oscuro y profundo como para salir solo. Porque ya he aprendido a necesitar tus caricias, tus miradas, tu presencia en la noche como consuelo a mis pesadillas.

Tu calor es aliento de vida.

domingo, 28 de marzo de 2010

¿Derrota?

Este antiguo reino sigue necesitando ser reconquistado, y su rey sigue necesitando ser destronado. Abusando de su poder se ha condenado a la vergüenza y al abismo del olvido. Somos el brazo que sostiene la espada guerrera, que sostiene la esperanza de algo mejor para estas gentes, que sostiene las buenas nuevas con la luz del pasado. Somos fuerza de la unidad. Pero esa unidad flaquea cada vez más.

Vontiere se recupera en el mundo real, por el exilio al que se le sometió. Solo ruego que no se prolongue demasiado su ausencia. Pero Alphonse... como ladrón en la noche. Escapó, se fugó, huyó o se acobardó de la gran campaña a la que nos enfrentamos... Pero no está.

Nuestro nuevo rey, nuestro general. Desconozco sus motivos, y también si debo culparle o no. Pero algo me consume, la rabia y la impotencia. Drusila llora, y tanto Bryan como yo alzamos las manos sin saber que hacer. No nos queda otra que continuar solos.

Podemos hacerlo

lunes, 22 de marzo de 2010

Sueños de muerte

De nuevo, tenemos que huir. He olvidado ya las lágrimas que hace escasos minutos apenas me dejaban ver. Sus voces ya no resuenan en los callejones de esta ciudad que ahora es prisión para mí. Quién nos iba a decir que aquel juramento que al principio nos parecía un juego, ahora había puesto en peligro las vidas de todos nosotros.

La última vez que vi a aquel con el que iniciamos todo esto, nos sentenció para siempre. Muchos de nosotros pensabamos confesar aquellos terribles pecados que no acertabamos a identificar como tales. Era nuestra salvación, y la única manera de olvidar todo aquello. Pero no.
Me capturaron, me llevaron a la fuerza a aquel lugar donde reinaban eternamente los rostros de los que sufrían el tormento del cautiverio. Allí estaba él. Le interrogué con la mirada.

¿Debemos hacerlo? ¡Responde!

Negación. La esperanza, mínima por suerte, que habitaba en mi interior, se quebró brutalmente. Me faltaba el aire para respirar: estábamos condenados. ¿Qué habíamos hecho?

Me lamentaba por todo aquello que se convertía en un pasado ya intocable, imposible de acariciar o recuperar. Adiós a mi vida, y a todo lo que significa

viernes, 19 de marzo de 2010

Manos hacia el cielo

Las palabras en el viento nos son inútiles. De nada sirven aquí, bajo el agua. Tampoco sé si lo serán para ti. Todas las palabras derrochadas, en tiernas caricias que son prohibidas. Me pregunto que significa ahora todo lo vivido para ti. La luz llega a mi piel a retazos, en aquellos surcos que la superficie del agua me deja ver.

Se siente tan frío ahora. Acostumbrada al calor de tus manos en mi rostro, aquella leve caricia de nuestros labios. Los segundos se prolongaron hasta la eternidad.

La oscuridad va llegando: se siente venir. Y recuerdo en su llegada todo lo compartido, todo lo que quise entregarte. Ahora ya no estás. Te has perdido en todas las ciudades y lugares que quise vivir, sentir contigo.

El agua inunda mis pulmones. ¿Qué sentido había en permanecer en este mundo? Te lo llevaste todo. Todo. Siento el sueño, eterno. Aunque dudo que me produzca el descanso prometido.

Como una ilusión o vago delirio, te siento conmigo ahora. Igual que en los escasos segundos de nuestro único beso. Tan solo quiero poder sostenerte entre mis brazos, sintiendo que aquella unión de nuestras almas, tal vez ficticia, pudiera ser realidad. Me hundo en la ternura de tus ojos, único testimonio de que aquello fue verdadero. Mirarte, solo quiero mirarte.

Ahora ya no queda nada. Eras la última hebra de mi corazón. Y ahora está rota.

lunes, 15 de marzo de 2010

Heridas de guerra

Llevaba días observándola, desde mi ventana. Quise acercarme incontables veces, y soltar todos los sentimientos que me ahogaban y que me perseguían desde que me marché de su lado. Quise acercarme para explicarle todo aquello que me alejo de su calor, de su tierna caricia cada mañana. De su sonrisa infantil que alegraba a todo aquel que la contemplaba.

Ni siquiera yo, amigo de infancia, comprendí del todo su magia. Una sonrisa, solo eso. Y el mundo giraba por completo.
Por idiota me marché, y ahora he olvidado todo lo que aprendí en el camino. Quizás porque no había nada que aprender. Tan solo quería volver a sentirme en casa, y olvidar todo lo que por desgracia contemplé y ayudé a destruir en la guerra.

El precio fue no volver a caminar.

Y ahora vuelvo a su regazo. Sus ojos nunca fueron capaces de ver un rostro, un color, un movimiento de ajedrez. Por eso ahora no me mira.

Sus manos, entrelazadas de forma leve, se estremecen al sentir las mías.
Su sonrisa vuelve a nacer, y siento que ya he vuelto a casa.

jueves, 11 de marzo de 2010

Pensamientos

El mar se hace inmenso visto desde aquí.
Mis pies cuelgan desde este gran barranco, desde esta gran terraza con vistas a las vistas más hermosas del profundo abismo. Pero no importa lo aterrador que pueda parecerme: tengo que vencer a las dos fuerzas irreductibles que me empujan a huir o a precipitarme en las aguas.

El viento azota todo mi cuerpo, combatiendo contra mi equilibrio. Su atronador rugido en mis oídos me ayuda a no pensar en nada.

En este rincón perdido en el mundo, puedo pensar, en soledad.

martes, 2 de marzo de 2010

Romper el cielo

A golpes de martillo, cada uno de ellos cae en la tierra como castigo para la humanidad. Caen humillados y aterrorizados por la fuerte tormenta. Jamás comprenderán la fuerza inmensa del rayo, ni tampoco la ira terrible de aquel que los derrama sobre la tierra.

El temor los hace atacar contra todo aquello que no comprenden. El temor genera violencia, aunque quede dentro del corazón. La violencia genera rencores. Y los rencores carcomen el corazón. Todo en círculo vicioso interminable.

Atemorizados, acobardados ante la idea de la caída de un nuevo rayo